Estos animales, protagonistas de #Cienciaalobestia, modifican su color según las condiciones ambientales. Además, han descubierto que esta técnica está determinada por tres genes específicos. Son las conclusiones de un estudio liderado por científicos portugueses.
La liebre de cola blanca (Lepus townsendii) es una especie solitaria que vive al oeste de Norteamérica. Un equipo de investigación, liderado por científicos de la Universidad de Oporto (Portugal), ha analizado su genética para saber de qué forma se está adaptando al cambio climático.
El estudio partió con tres objetivos principales: identificar los genes responsables de las diferencias en la coloración de invierno de la liebre de cola blanca, comprender cuándo y cómo surgió esta variación genética, y descubrir si las poblaciones naturales de la especie pueden adaptarse a la crisis climática o no. El trabajo se publica en la revista Science.
Una de las conclusiones es que la modificación estacional clara u oscura del pelaje de las liebres, además de estar determinada por tres genes concretos, varía dependiendo de la capa de nieve.
Además, los resultados sugieren que la variación de estos genes permite que se adapten rápidamente a la progresiva disminución de la cantidad de nieve acumulada. “Hemos estudiado la capacidad que tiene la liebre de cola blanca para cambiar el color del pelaje de marrón en verano y a blanco en invierno, para comprender su potencial de adaptación al cambio climático”, cuenta a SINC José Melo-Ferreira, que colidera la investigación.
Esta técnica les permite camuflarse durante todo el año en ambientes temporalmente cubiertos de nieve. Así, el equipo científico ha podido atestiguar que la especie está adaptada a diferentes entornos, ya que según las condiciones de los lugares donde vivan, su color es distinto.
“Hay ejemplares cuya coloración invernal tiende a coincidir con el ambiente en el que viven: marrón en lugares sin nieve, blanco en ambientes con nieve invernal, y ambas tonalidades en entornos irregulares donde es variable”, explica el experto de la Universidad de Oporto.
Por tanto, dado que se prevé que la cobertura de nieve disminuya en el futuro como consecuencia del cambio climático, el hecho de cambiar a blanco les supondrá un problema a las liebres en muchas áreas donde el agua helada sencillamente desaparecerá.
Por el mismo motivo, esta especie será un objetivo fácil de interceptar para los depredadores. “Se volverán blancas en fondos oscuros, es decir, como bombillas sobre un fondo negro, por lo que se convertirán en presa fácil en algunos ecosistemas”, argumenta Melo-Ferreira.
El grupo de investigadores, liderado también por Mafalda S. Ferreira de la misma universidad, desarrolló un modelo probabilístico teniendo en cuenta el cambio de color invernal de las liebres en toda el área de distribución de la especie. Gracias a ello, consiguieron averiguar que la modificación estacional del color de la liebre de cola blanca coincide en gran medida con la variación en la cubierta de nieve.
Otro de los datos que se desprende del estudio sostiene que las liebres que viven en zonas donde la nieve dura más, tienen más probabilidades de mostrar un pelaje blanco en la estación más fría. Por su parte, las que viven en regiones con una cantidad de nieve estacional más baja o decreciente, cambian con menor frecuencia de coloración y permanecen con un pelaje más oscuro durante el invierno.
Con el fin de entender mejor la genética que subyace a la técnica de modificar su tonalidad, los autores analizaron la secuenciación de ADN (genoma completo) de 74 liebres de cola blanca e identificaron tres genes específicos —CORIN, EDNRB y ASIP— que influyen en esas variaciones estacionales de color.
“Estos genes son algunos de los implicados en la producción y localización de los pigmentos de melanina, los mismos que determinan el color del pelo o de la piel también en los humanos”, ejemplifica el investigador.
Al mismo tiempo, “analizamos datos adicionales de otras especies de liebres relacionadas con las de cola blanca, por ejemplo, del género Lepus”, apunta. Los resultados reflejaron que las variantes genéticas en los tres genes existen desde hace millones de años, por lo ha tenido que ser crucial para su supervivencia.
En cuanto a la distribución geográfica de los distintos colores, el equipo señala que está relacionada con la cantidad de nieve. “La disminución del nivel de nieve favorecerá considerablemente la propagación de los que presentan un pelaje marrón, pues el hecho de legar sus variantes genéticas permitirá que las poblaciones se recuperen, aunque en principio disminuyan por el cambio climático”, admite Melo-Ferreira.
El reto de su conservación
Este escenario más optimista que presenta el investigador también tiene sus sombras. Cabe preguntarse, por ejemplo, si esta recuperación se verá limitada por la circunstancia de que las poblaciones sin estas variantes genéticas tenderán a extinguirse. Además, las poblaciones que actualmente poseen esos genes están amenazadas por la pérdida de hábitat, así como por enfermedades.
Ante este panorama, “preservar las poblaciones que poseen las variantes genéticas adaptativas y promover su conectividad es la clave para conservar la especie frente al cambio climático”, agrega.
Ahora, entre los propósitos de estos expertos, se incluirá el estudio de varios de los mamíferos que tienen esta adaptación. “Comprender las peculiaridades de cada sistema nos permitirá tener una visión más general sobre el potencial de adaptación al cambio climático. De esta forma sabremos cuáles son los factores que más influyen en este proceso, para diseñar las medidas de conservación adecuadas”, concluye.